Domingo II, Cuaresma B
En este domingo,
Abraham, el padre de los creyentes demuestra tanta confianza en Dios que
hasta es capaz de responder a algo casi imposible como es sacrificar su propio
hijo. De esta gran fe, el servidor de Dios cosecha bendiciones. Nada tiene de sentido lo de Abraham si separa
de la entrega de Jesús que se sacrifica para nuestra salvación. Es decir que el
sacrificio de Abraham tiene sentido sólo como respuesta de un creyente que
quiere responder al amor de Dios.
Abraham quien ha sido escogido por Dios, sabe que todo lo
que puede realizar debe ser una respuesta a la generosidad de Dios. Es conocido
que Abraham tuvo que abandonar su tierra
natal porque Dios quiso guiarlo hacia una tierra de las promesas. Movido por su
fe, pudo ir más allá, renunciando a vivir
instalado.
Hoy, la primera lectura, nos presenta otra grande
petición que le hace Dios: “Toma tu
hijo, a tu único, al que amas, Isaac...”
Esta petición de ofrecer al hijo nacido
de Sara cuando ya había entrado en edad
es una prueba de la fuerza con la que Abraham ha amado a Dios. ¿Será que Dios
quiere la muerte de Isaac o quiere sondear
cuál puede ser la fe y la obediencia de su servidor Abraham? Aquí se anticipa
lo que ocurrirá con el hijo único de Dios que se entregará a la muerte para
rescatar a muchos del abismo del pecado.
Abraham
representa a alguien con tanta confianza en Dios que nada lo hace de lo que
Dios le pide. Porque sabe que el Señor no lo defraudará: “Tenía fe, incluso
cuando dije: ¡Qué grande es mi desgracia! ¡Qué penosa es para el Señor la
muerte de sus amigos!” (Salmo 115, 10).
El evangelio
representa la grande confianza de Jesús para con los que él ama. La
transfiguración del Hijo de Dios ante
sus apóstoles elegidos para la ocasión es un signo de que Dios siempre se nos
manifiesta. Lo hizo antes por medio de los profetas. Lo sigue haciendo hoy. Y
al cumplirse los tiempos, se manifestó en su Hijo Jesucristo: “Este es mi Hijo
querido muy querido, escúchenlo” (Cf. Mc 9, 2-10). Pero la gran manifestación de Dios se realizará cuando sea
resucitado Cristo de entre los muertos. Por eso importante que los testigos de
la transfiguración mantengan el secreto
hasta ese gran día de la resurrección.
Solo una
cosa es cierto, los que mantienen su
confianza en Dios, nada tendrán que temer. Nada les dará miedo. Saben que: “si Dios está con nosotros, ¿quién podrá contra nosotros?
(Rom.31): Nada puede contra nosotros”. Una gran lección para nosotros hoy. Asesinados, incendios, muertes, indignados, maltratos, abusos, falta de
trabajo, desempleo, problema de acceso a la educación superior, problema
desigualdad... todos esos son unos de los problemas que nos atormentan.
Pero, acaso debemos tener miedo. ¿Por
qué deberá uno asustarse por una dificultad si sabe que su suerte está en las manos de Dios?
Tengamos
puesta nuestra confianza en el Señor porque por medio de Jesucristo, Él nos
hará triunfar sobre las dificultades y los obstáculos que podemos encontrar en
nuestro peregrinar en este mundo presente donde Dios nos acompaña. Ya que Él no
puede abandonar a sus criaturas, Dios será siempre nuestro refugio y cómplice
en nuestro diario vivir: ¿Acaso confiamos lo suficiente en Él? ¿Lo dejamos actuar en y por nosotros? (P. Bolivar Paluku Lukenzano,
aa).
No hay comentarios:
Publicar un comentario